Hace muchísimo tiempo, en una época perdida entre la Historia y la Mitología, una bella ninfa llamada Creusa tuvo un hijo con el dios Apolo. Este niño creció en Delfos, alejado de ella y de su nuevo marido, Xifeo, un mortal que, al no poder darle hijos, desesperado, acudió al Oráculo a pedir consejo y allí le fue recomendado secuestrar al primer niño que se cruzase con él al día siguiente. Teniendo en cuenta que el Oráculo se encontraba en Delfos y que las leyendas siempre tienen mucho que ver con los caprichos del destino, no es de extrañar que el niño en cuestión fuese Jano, el hijo oculto de Creusa.
El niño creció y se convirtió en un feroz guerrero que condujo a una colonia etrusca hasta una colina del Lacio, donde fundó un reino. Hasta sus dominios llegó un día Saturno, que había sido expulsado de su trono por su hijo Júpiter y fue acogido y asociado al reinado de Jano. En agradecimiento, le transformó en dios y le concedió una serie de dones, el principal de ellos el de conocer el pasado y el futuro al mismo tiempo, lo que le permitía tomar decisiones justas. Se le atribuyen muchas más características, todas relacionadas con la capacidad de mirar a dos lugares al mismo tiempo o con su dualidad, entre ellas la de cerrar y abrir las cosas con su simple voluntad o controlar el equilibrio del Cosmos. Su bifrontismo hace que pueda mirar a dos sitios a la vez y de esa manera vigilar el solsticio de verano (relacionado con la llegada de las almas a la Tierra a través de los nacimientos) y el solsticio de invierno (que tiene que ver con el viaje de las almas de los muertos). Se convirtió en dios de la Arquitectura y de la Astronomía y durante las guerras las puertas de su templo permanecían abiertas como plegaría para que Jano volviese a restablecer la paz.
El niño creció y se convirtió en un feroz guerrero que condujo a una colonia etrusca hasta una colina del Lacio, donde fundó un reino. Hasta sus dominios llegó un día Saturno, que había sido expulsado de su trono por su hijo Júpiter y fue acogido y asociado al reinado de Jano. En agradecimiento, le transformó en dios y le concedió una serie de dones, el principal de ellos el de conocer el pasado y el futuro al mismo tiempo, lo que le permitía tomar decisiones justas. Se le atribuyen muchas más características, todas relacionadas con la capacidad de mirar a dos lugares al mismo tiempo o con su dualidad, entre ellas la de cerrar y abrir las cosas con su simple voluntad o controlar el equilibrio del Cosmos. Su bifrontismo hace que pueda mirar a dos sitios a la vez y de esa manera vigilar el solsticio de verano (relacionado con la llegada de las almas a la Tierra a través de los nacimientos) y el solsticio de invierno (que tiene que ver con el viaje de las almas de los muertos). Se convirtió en dios de la Arquitectura y de la Astronomía y durante las guerras las puertas de su templo permanecían abiertas como plegaría para que Jano volviese a restablecer la paz.
Os preguntaréis a qué viene este texto sobre el dios Jano. Pues hay una razón, he visto por ahí que el pasado 11 de marzo en un pueblo a 50 kilómetros de Nueva Delhi llamado Gautam Buddha nagar, nació una niña con dos caras y mi imaginación, que es grande, me llevó a pensar en Jano y en que una vez más la realidad supera a la ficción.
Dicen que ha habido más casos de niños nacidos con dos caras, es una enfermedad que tiene un nombre, diprosopia, y que los que la padecen no suelen vivir mucho. Algunos casos menos marcados han sido operados, pocos con éxito.
Pero esta niña, llamada Lali y a la que en su aldea tienen por reencarnación de la diosa hindú Durga (no entiendo el motivo, porque, por lo que yo he visto, nada tiene que ver con sus representaciones), tiene más de un mes y me da por pensar que a lo mejor esta vez Jano está consiguiendo volver a la Tierra y mejor le dejamos, que no nos viene mal un dios pacificador